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martes, 9 de octubre de 2007

Los ambientalistas: ¿anti-tecnológicos o promotores de nuevas tecnologías?

Es común escuchar en la prensa o leer en espacios reservados a los lectores, opiniones contrarias a la acción de los “ambientalistas”, a los cuales se califica de soñadores en contra del progreso, anti-tecnológicos e insensibles a las demandas sociales. En algunos sitios se muestra una disconformidad frente a las advertencias de los ambientalistas. Ese tipo de generalizaciones pone a todo el movimiento ambiental en una misma bolsa y se nutre de un imaginario en el cual se presenta a las personas interesadas en los temas ambientales como seres irracionales que se opone a todo y no se da cuenta de las urgencias sociales que existen en América Latina. En tanto esos argumentos aparecen frecuentemente en los medios de prensa convencionales, muchas personas podrían terminar cediendo, aceptando que los ambientalistas son retrógrados e inútiles, y que el mundo estaría mejor sin ellos.

Sin embargo, habría que preguntarse si las advertencias ambientales han empeorado o mejorado las condiciones de vida. En realidad, si se observa con detenimiento los cambios provocados por el movimiento ambientalista en los últimos años, es evidente que esos actores sociales están lejos de combatir todas las tecnologías o de ser insensible a las realidades sociales. Veamos algunos ejemplos.


Los cambios en la tecnología



Es más que común escuchar que los ambientalistas son contrarios a la tecnología. Se postula como ejemplo sus advertencias a los transgénicos y la energía nuclear. Sin embargo, muchas de los reclamos ambientales se centran en mejorar la tecnología para con ese fin asegurar la calidad ambiental y la salud humana. Un ejemplo rotuno de esa actitud es la lucha por lograr que se elimine el plomo de los combustibles, un aditivo con probados efectos negativos en la salud humana.


La presión de los ambientalistas logró el apoyo de profesionales de la medicina, y con el paso de los años desembocó en eliminar ese aditivo de los combustibles para automóviles. Esa eliminación no desembocó en el colapso de ninguna industria, ni miles de personas perdieron sus puestos de trabajo. La única caída fue justamente de los niveles de plomo en la sangre de los niños. La figura adjunta muestra los resultados para EEUU, pero estos se repiten en ciudades de Asia (1, 4), África (2) y Latino América (3).

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